Les comparto que estoy muy agradecido y feliz con todas las gratas experiencias de los últimos meses.
A veces, cuando me detengo a reflexionar sobre lo que hago, me doy cuenta de lo afortunado que soy. El sonido me ha llevado a lugares que nunca imaginé, no solo físicamente, sino también emocionalmente. Estos últimos meses han sido un recordatorio de eso, una mezcla de viajes, retos y momentos que me han reafirmado por qué amo lo que hago.
Todo comenzó en Madrid, una ciudad que tiene un ritmo único, una energía que casi puedes escuchar en el aire. Fui invitado a trabajar en el diseño acústico de un centro de entretenimiento, y desde el primer día supe que sería un desafío emocionante. El proyecto era intenso, lleno de decisiones técnicas y creativas, pero cada paso era una oportunidad de crear algo que conectara con las personas. Recuerdo caminar por las calles madrileñas después de largas jornadas de trabajo, imaginando cómo el sonido iba a fluir en ese espacio. Al final, cuando el lugar estuvo listo y vi cómo cobraba vida, sentí una profunda satisfacción. Esos momentos me hacen recordar por qué me dedico a esto.
Meses después, me encontré cruzando otro océano, esta vez hacia Estados Unidos. El trabajo era completamente distinto: acústica forense. Aquí no se trataba de crear experiencias sonoras, sino de descifrar verdades a través del sonido. Fue un reto distinto, más técnico, más meticuloso, pero igual de gratificante. En este campo, cada frecuencia, cada detalle, cuenta. Saber que mi trabajo puede contribuir a algo tan importante como esclarecer un hecho es una sensación indescriptible.
Y aunque estas experiencias internacionales han sido estelares, no puedo dejar de mencionar lo mucho que también he viajado dentro de México por mi trabajo. Desde grandes ciudades hasta rincones más pequeños, cada lugar tiene su propia relación con el sonido, y eso me encanta. En cada viaje encuentro algo nuevo: una sala que necesita mejorar su acústica, un proyecto creativo, o simplemente la oportunidad de compartir lo que sé.
Me siento profundamente agradecido. Por las oportunidades, por las personas que confían en mi trabajo, por el hecho de poder vivir de lo que amo. Viajar por el mundo y por mi propio país, llevando conmigo mi pasión por el audio, no es algo que tome a la ligera. Es un privilegio, y cada experiencia, grande o pequeña, me enseña algo nuevo.
Hoy escribo esto desde un lugar de gratitud. El sonido es mi mundo, y ese mundo sigue creciendo, llevándome a lugares que jamás imaginé. Agradezco cada paso del camino, cada proyecto que me desafía, y cada momento en el que escucho algo y sé que estoy exactamente donde debería estar.